domingo, mayo 21, 2006

Kingdom come

Este tipo de cosas no me pasan a mi. No se como fue que me invitó, ahí a la mitad de la plaza mientras en el escenario la banda tocaba. Pudo haber sido un dejo de tristeza en mis ojos o el aire de soledad que me rodea, herencia de una semana lluviosa y nublada, pudo haber sido también que en la multitud en la plaza mi color de piel y mi cabello, que tanto me gusta cuando se moja con la lluvia, me delataban como extranjero, como alguien que no pertenecía y que podría aceptar la invitación, sin compromisos sociales o atado a un grupo de amigos al que no se puede dejar. Finalmente me invitó a pasar y se hizo un té mientras yo tomaba jugo de naranja. Me dijo que no le gustaba el dedo gordo de su pie y que le habían gustado mis ojos, en especial cuando parpadeaba; me confesó también que le gustaba mi manzana de adán y cómo podía ver el pulso en mi cuello. Era claro que ella era inglesa, no me lo dijo pero su acento la delató. Me dijo también, como si pudiera leer mis pensamientos, lo mucho que extrañaba tener contacto humano, un simple abrazo o caricia; me sorprendió un poco cuando me confesó cuanto le molestaba que en un autobús, cuando alguien por casualidad llegaba a tocarla, en ves de hablarle, el individuo en cuestión se disculpara, rompiendo su ilusión de haber encontrado alguien que la pensara lo suficientemente interesante como para acercársele. Se aventuró a adivinar en mis gestos que era una persona tímida y que había amado, no podía descifrar si en estos momentos había alguien en mi vida, aunque adivinó la tristeza que unos momentos antes sentía en el café, parte de la ilusión fue evitar preguntas y respuestas incómodas.

El techo del cuarto era muy bajito, mis cabellos, bastante largos y alborotados por la lluvia lo rozaban si me paraba muy derecho; ella no era tan alta, tenía cabello castaño lacio y ojos verdes, se disculpó por el estado de su cabello, pero me aseguró que era suave y le gustaba la forma en que caía sobre sus hombros en las mañanas de primavera, estoy seguro de que decía la verdad. No era una mujer de la que uno hubiera pensado inmediatamente que era guapa, pero despues de verla frente a mi por 20 minutos descubrí que podría gustarme mucho si nos conocieramos bien. Era curioso cómo sus tímidas sonrisas respondían las mias. Me invitó a tocar las puntas de sus dedos con los mios, me pidió que le regalara una sonrisa y, con la luz apagada, me dijo en palabras que aún suenan en mis oidos:

You come home late at night, you put off the alarm and just before you go to sleep, you leave the front door ajar for the burglar whom silently comes to steal your heart. Today that’s me....

Me preguntó, aunque no me dejó responderle, si la encontraba bella. Aún cuando eramos perfectos desconocidos, se atrevió a preguntarme qué pasaría si ese cuarto fuera todo lo que quedaba del mundo, ¿podría yo,que la había visto por primera vez esa tarde, aprender a amar sus ojos?, habló de un mundo perfecto donde un extraño puede convertirse de repente en el ser amado.

Nos dijimos adiós con un apretón de manos y con la promesa de encontrarnos por casualidad en algunos años, entonces ella sonreirá y yo le diré ya ves, te dije que nos veríamos otra vez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡caray! a mí tampoco.

Anónimo dijo...

con toda razón... tus ojos son hermosos...

te quiero!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!