jueves, julio 28, 2011

Alergias

Creo que en algún momento escribí acerca de las múltiples alergias que padezco. De pequeño sufría ataques de asma y unos años después desarrollé una alergia a la penicilina que entonces me pareció cómica y ahora me inquieta. Los años que viví en Inglaterra descubrí indicios de fiebre del heno, y cuando empieza la primavera el parque del Buen Retiro me genera cierto escozor en la garganta.

Nada de esto sería extraño de no ser por la otra alergia que detecté y cuyos sintomas no correspondían a ningún cuadro clínico que hubiese podido encontrar. Al principio únicamente sospechaba que se trataba de un padecimiento nuevo, porque los síntomas apenas eran perceptibles, pero cuando se hicieron patentes no hubo lugar a duda, soy alérgico a la distancia y lo manifiesto con unos ataques incontrolables de suspiros.

El principal detonador de este mal de lejanias era, en aquellos tiempos, el irme a dormir sabiendo que a tu día le quedaba una jornada entera. No había nada peor que levantarme al día siguiente sabiendo que seguías despierta, así me enterara de esto horas o días después. El tormento continuaba al despertar por supuesto, imaginarme las horas que faltaban para que despertaras -más aún aquella época en que me levantaba temprano y tu siempre dormilona- era tan dificil como conciliar el sueño la noche anterior. Esto no me dejaba mas remedio que inventarme cualquier cosa y desgranar las horas del día llenas de suspiros -sigh the day away dirían los ingleses, tan concisos como acertados.

No es sorprendente entonces que ademas de estos ataques de suspiros el cuadro de sintomas incluyera un insomnio de perros, pues bien mirado, yo lo que estaba haciendo era ir a la cama en Londres intentando dormir en Mexico.

Pasan los años y esta vez eres tu la que esta siete zonas horarias adelante, unos once mil quinientos kilometros medidos en el ecuador o diez mil si nos vamos por la geodesica, cuatro semanas si lo que medimos es el tiempo que falta para encontrarte o seis meses si esperamos a que vengas a la casa de coyoacan. Igual de lejos que antes -el problema con la distancia no son los kilometros sino el tiempo, el que falta para verte y los husos horarios que hay en el camino- pero adelante en el tiempo.

Soy yo el que sigue frente a una computadora, traje y corbata, una jornada entera aun, cuando tu pones el despertador y apagas la luz. Y entonces sucede lo inevitable, los sentimientos -y las enfermedades, y las alergias- no entienden de razon, y esta situacion que antes te envidiaba y en la que ahora me encuentro, es igual de complicada. Esta vez la tentacion no esta en esperar al menos a que llegues a tu casa por la tarde para poder dormir, sino esperar despierto a que suene tu despertador, desayunes algo rapido y acompañarte a la oficina antes de decidirme a dormir.

Asi, caigo de vuelta en viejos males y no hay nadie que pueda ayudarme, pero creo que hoy dormire bien, porque apenas faltan un par de horas para que despiertes, simplemente esperare para darte los buenos dias, y luego ya apagare la luz.

lunes, julio 25, 2011

Juan Bravo, Marzo 2009

Son ya algunas semanas desde que pusiste letras y palabras en un sobre con mi dirección. La carta no ha llegado aun, y me pregunto si se ha perdido en el infinito trayecto entre México y Madrid, o únicamente recuerda aquella época donde la comunicación entre las dos orillas del océano era cuestión de meses.

Tal vez sea mejor así, porque me puedo imaginar cada vez que fue lo que escribiste de acuerdo a mi gusto o estado de animo, de algún modo al no llegar la carta que escribiste, es como si me hubieras escrito todas las cartas que me pudiste haber escrito, y yo puedo escoger la que mas me guste -fíjate que aun así era necesario cerrar el sobre, ponerle un timbre y depositarlo en un buzón- y cambiarla tantas veces quiera.

Como siempre, me es imposible guardarte la misma consideración y debo negarte el placer de esas cosas que a mi tanto me gustan -elegir tus palabras- pues al recibir esta carta sabrás exáctamente lo que yo escribí y no podrás disfrutar como yo de cambiar esta carta a voluntad, al recibir estas palabras inmediatamente dejarás de recibir todas las demás cartas que pude haberte escrito en vez de esta.

No se si sea aun más ruin que me llevo esa oportunidad precisamente para informarte de mi fortuna. Se me ocurre sin embargo una tercera alternativa, que no te permitirá elegir el inicio -¿quien puede elegir el inicio de cualquier manera?- pero sí el final...

sábado, julio 09, 2011

Entre otras cosas

Atrás quedaron los días de extrañar el olor a tierra mojada después de la lluvia. Ese sentimiento tan de los años lejos y de los días de ausencias.


Quedaron atrás porque estoy de vuelta en la ciudad de México; y no se si debería decir que estoy de vuelta o simplemente decir que quedaron atrás ahora que estoy en la ciudad de México, mi regreso podría no ser definitivo por lo que no estaría de vuelta, sino de paso, en una visita larga; podría haber venido solamente un momento a la ciudad para seguirla extrañando cuando me vaya, pasar un verano bajo sus nubes y sobre su tierra mojada y volver a oler la lluvia y poder pensar en ella los años lejos.


Entonces tal vez debería ser mas cuidadoso y no decir que los días de extrañar el olor a tierra mojada después de la lluvia han quedado atrás, tal vez solamente han sido suspendidos por un tiempo en lo que estoy de paso en esta ciudad y me esperan de vuelta, escondidos en los futuros años lejos y días de ausencia que aun no me imagino ni anticipo, y cuyo principio y fin desconozco, pero que no por eso son menos reales. Igual de reales que aquellos años y días de lejanías y ausencias pasados, cuyo principio y fin, fecha y hora conozco ya.


Así, aunque estos días o años sigan siendo de ausencias y lejanías, y desconozcamos la fecha y hora de su posible fin, abro mi ventana y no extraño el olor a tierra mojada después de la lluvia.