sábado, mayo 19, 2012

Entropía


Para una mirada no entrenada podría parecer todo producto del descuido, la falta de atención o los malos modales (puesto vulgarmente, la flojera). Sin embargo, el desorden en mi departamento obedece a un plan cuidadosamente establecido.

Las múltiples tazas de café y té de cosechas diversas, los periódicos, las mil revistas que me llegan semanalmente, hojas sueltas con ecuaciones, la ropa sucia en el suelo y la ropa limpia en donde se pueda, los platos sucios en el fregadero y media docena de libros con separadores improvisados señalando el lugar donde dejé la lectura, las películas y los cuadernos, no son sino mi forma de pagarle a la naturaleza por los favores recibidos, en un acuerdo tácito, sin contratos ni testigos, que sin embargo parece tener a ambas partes razonablemente satisfechas.

El pacto está basado en la segunda ley de la termodinámica, que en una de sus múltiples formulaciones, determina que la entropía de un sistema es una función creciente del tiempo. De esta forma, el orden en la naturaleza –la creación de un cristal, ordenar moléculas para sintetizar proteínas o incluso la creación de una obra de arte-  al ser procesos que localmente reducen la entropía presente en el sistema, requieren que alguna otra parte del universo absorba ésta entropía residual, expulsada de su entorno para ordenar los átomos, las moléculas, los colores y los sonidos.

Aquí es donde entra mi pacto con la naturaleza, pues le he ofrecido mi departamento como un depósito de entropía, necesario para que en algún otro lugar del universo exista un poco más de orden. La ropa en el suelo bien pueden ser la otra cara de un diamante y las tazas con la borra del café una sinfonía. Mi casa se llena así de tesoros secretos.

De la misma manera, cuando la vida se pone complicada, reconsidero el pacto y me pongo a pensar en levantar mi departamento, planchar la ropa y organizar libros y revistas en orden alfabético. Sin embargo, siempre recapacito y dejo las cosas como están pues tampoco es cuestión de ponerse vengativo – no querer levantar no tiene nada que ver con la flojera de hacerlo, como podría parecerle a un ojo poco entrenado.

3 comentarios:

Fausto Alberto Tenor Holy Otto dijo...

Davo, muchas gracias por hacer planteamientos interesantes y digeribles. sigamos divulgando el conocimiento y la ciencia. Felicitaciones!

Jeliza-Rose dijo...

¡Vaya! Recuerdo haber leído de niña que era mejor no tender la cama a tenderla religiosamente y, en consecuencia, terminar con trastornos psicológicos. Me has convencido dejar atrás la salud mental y hacer, o no hacer o dejar de hacer, en nombre de la entropía.

halman dijo...

Excelente lo que escribes. Yo a veces me siento un poco filósofo, un poco poeta. Vendo ropa de mujer por mayor y en mis ratos libres aprovecho para escribir mis pensamientos.