Con motivo
de mi viaje al sur -el sur geográfico y
el sur del que escribe Galeano- visité
la clínica de medicina del viajero en el Instituto Nacional de Nutrición al sur
–geográfico- de la ciudad. En la consulta el doctor me dijo que debía tomar
antimalariales y me dio a elegir entre dos posibles medicamentos. El primero
–Malarone- es un medicamento de última generación y no parece tener efectos
secundarios más allá de una posible irritación del estómago, puesto que debe
ser tomado diariamente desde una semana antes del inicio del viaje hasta cuatro
semanas después del regreso.
El segundo
medicamento -Lariam- se toma durante el mismo periodo pero
solamente una vez por semana. Es menos agresivo con el estómago (en virtud de
que se toma de manera mucho menos frecuente) pero en algunos casos produce
trastornos del sueño y alucinaciones, éstas
últimas solo en casos extraordinarios y después de una toma prolongada –es la
medicina que toman los soldados estadounidenses en Afganistán, y hay incluso reportes
de brotes psicóticos en soldados que han tomado la medicina por plazos mayores
a un año .
De manera práctica
y un tanto arriesgada -no hay que olvidar que soy miembro del club de los
insomnes- decidí tomar Lariam, por aquello de que sólo se toma una vez a la
semana y que flojera tener que tomarla diario mientras uno está de viaje.
Ahora creo
que debí haberme esforzado un poco y
elegir la pastilla de toma diaria. Los trastornos del sueño empezaron
paulatinamente. Al principio el único
síntoma consistía de un sueño muy ligero la noche en que me tomaba la pastilla.
Después de un par de semanas este efecto pasó, dando lugar a un fenómeno aún más
extraño en mí, y es que a la mañana
siguiente a la toma de la pastilla podía recordar lo soñado la noche anterior
(para mi es tan extraño recordar lo soñado que inmediatamente me di cuenta del
fenómeno).
Si los
efectos secundarios del Lariam hubieran acabado aquí me hubiera causado incluso
gracia, no está de más recordar lo que uno soñó de vez en cuando –con un poco
de suerte puede uno auto psicoanalizarse y se ahorra la terapia. Sin embargo,
ninguna de las advertencias del doctor me permitió prever los efectos de
la medicina y que el trastorno del sueño del que me advirtió podría referirse a
los sueños entendidos como los deseos o metas, objetivos, caprichos, planes y
esperanzas.
Me explico.
Aun en los días inmediatos anteriores a mi viaje y a la toma de la medicina, tenía muy claro lo que esperaba de esta vida.
Una casa con jardín y un par de perros llamados Lola y Maxwell, correr un
maratón, visitar los viñedos del valle de Guadalupe y encontrar un buen
restaurant de comida india en México, volver de alguna manera, en algún momento,
a la UNAM y escribir un poco más, vivir
junto a un rio, caminar bajo la lluvia, llevarte a tomar fotos del otro lado
del mundo y dejar de extrañarte.
Inicié el viaje hace apenas un mes, pero a veces me parece una época infinitamente lejana. Ahora mis ambiciones, mis deseos, mis sueños, no alcanzan más allá de cambiarle al canal de la televisión o conectarme al internet. Nada, no me imagino hacer planes y pensar en el futuro, la voluntad apenas si me alcanza para esperar a que se acabe el siguiente segmento de comerciales. La nitidez que la medicina le dio a mis sueños por la noche fue tomada de los sueños construidos en las horas de vigilia. Nunca me imaginé que el doctor me estuviese advirtiendo sobre estos trastornos, o mejor dicho, sobre trastornos en este tipo de sueños, pero bien pensado un brote de psicosis es el estado último de trastorno de los sueños entendidos como deseos o esperanzas.
Inicié el viaje hace apenas un mes, pero a veces me parece una época infinitamente lejana. Ahora mis ambiciones, mis deseos, mis sueños, no alcanzan más allá de cambiarle al canal de la televisión o conectarme al internet. Nada, no me imagino hacer planes y pensar en el futuro, la voluntad apenas si me alcanza para esperar a que se acabe el siguiente segmento de comerciales. La nitidez que la medicina le dio a mis sueños por la noche fue tomada de los sueños construidos en las horas de vigilia. Nunca me imaginé que el doctor me estuviese advirtiendo sobre estos trastornos, o mejor dicho, sobre trastornos en este tipo de sueños, pero bien pensado un brote de psicosis es el estado último de trastorno de los sueños entendidos como deseos o esperanzas.
Afortunadamente el efecto de la medicina se atenúa con el tiempo y éste lunes alcancé a levantarme temprano, ponerme traje y corbata, y llegar a la oficina a hacer cálculos, contestar correos que no podían esperar y hacer un poco de ejercicio por la noche. Sin embargo, con cada toma los trastornos del sueño han sido más pronunciados, el efecto más duradero y mañana debo tomarme la última pastilla.
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