Durante los últimos años desarrollé un particular cariño por el zócalo de la ciudad de Mexico. Por un lado empecé a ver esos detalles que se le escapan a uno cuando niño y ahora me parecen maravillosos: entrar a la Ideal, tomarme un chocolate en el Moro (me enteré de que se llamaba El Moro recientemente: mi mamá le decia "El cine nacional"...) y escuchar a los organilleros. Cuando empecé a descubrir estos detalles inmediatamente quise compartirlos, ahora el zócalo me sabe además a besos y romance.
En la esquina noreste del zócalo venden luchadores de plástico, ustedes saben cuales: el Santo con botas rojas y Blue Demon con mallas azules. Estos luchadores son diferentes de los que puede uno comprar en cualquier otro rincón de la ciudad porque dejaron la capa guardada en el ropero y en su lugar traen un paracaídas hecho con retazos de envolturas de gansitos y amarrados con hilo blanco y rojo como el que usan en El Globo para envolver el pan. Cada que un convoy sale o llega de Zócalo a Pino Suárez, del respiradero sale un chorro de aire, y si uno avienta el luchador en el momento adecuado, este puede alcanzar alturas insospechadas, amenazando con aterrizar en la azotea de palacio nacional o tomar por asalto el campanario de la catedral. En todo esto estuve esta semana: en los luchadores de plástico que tuve cuando pequeño y en los niños que ví jugando la última vez que estuve en el zócalo, en cómo nos emocionaba verlos volar tan alto como el asta bandera y en lo fácil que es ser feliz en el zócalo cuando uno está enamorado.
5 comentarios:
Podría el charo empezar con sus tarugadas como "veo que mudaron 'El moro' de San Juan de Letrán al Zócalo"; pero la verdad es que yo he disfrutado el centro histórico de la Ciudad de México tanto que no voy a arruinar tu bella descripción.
Además, como dices, todo es más bello cuando uno está enamorado.
Es infinitamente más bello si esto último es correspondido.
Tienes razón en cuanto a la falta de precisión en mi post. En mi defensa puedo decir que mi intención era decir que el centro histórico todo se ha ganado mi corazón, pero en algún momento cambié el primer párrafo para solo hablar del zócalo. Mi intención finalmente era describir a los luchadores paracaidistas en los que he estado pensando toda la semana.
Hemos asistido a un ejemplo de cómo no sirve en los juicios gringos que el juez le dija al jurado que haga caso omiso a lo anterior.
a mi también me encanta el zócalo...
Pinche zócalo tan chido. Aunque la última vez que me comí una tlayuda de maíz verde ahí casi muero. Pero ps qué.
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