I
Cuando papá nos dijo que se retiraba del
negocio del mezcal mi hermano y yo decidimos regresar para seguir con la
tradición. De toda la vida el hizo
mezcal y lo vendía al mayoreo para que lo embotellaran. Nosotros queremos
nuestra propia marca de mezcal, artesanal, como papá nos enseñó. Su fábrica
estaba acá arriba, en el pueblo. Ahora él ya se retiró, pero me ayuda cuidando
mis magueyales y a veces viene y me echa
la mano con el mezcal. Tenemos unos magueyes acá atrás y otros por allá,
pasando el pueblo en un terrenito.
Yo estuve dieciséis años en Estados Unidos y mi
hermano sigue allá, me regresé apenas cuando papá nos dijo que se retiraba. Yo
hago el mezcal y mis hermanas lo embotellan en el pueblo. Mi hermano está
sacando los permisos para vender en Estados Unidos. Ya venden este mezcal en
algunos lugares en la colonia Roma en Mexico, una copita cuesta ochenta
pesos. Cuando terminemos la construcción
le voy a poner corazones en las paredes y las columnas. Además quiero colgar un
corazonzote en el techo. Estamos pensando también en poner un restoran, porque
en Matatlán no hay restoranes buenos, hay lugares de quesadillas y de tacos y así,
pero no hay ningún restorán, y queremos abrir uno donde se pueda comer de la comida
tradicional del pueblo.
La única
razón por la que paramos en ese lugar fue para tomarle fotos a los magueyes. Nos
detuvimos en el estacionamiento (poco más que un terraplén al lado de la
carretera) de una construcción que parecía mas una casa que una destilería y
tenía enfrente un letrero: “Fabrica de mezcal”. Mientras Rebe tomaba fotos del campo un
hombre joven se asomó a la ventana y me hizo señas invitándome a acercarme.
Adentro el
hombre joven hablaba con su padre junto a la montaña de magueyes que estaban a
punto de moler. Les pregunté si el
mezcal era verdaderamente elaborado en la pequeña casa y orgullosamente me
dijeron que si. Me mostraron el lugar en la parte trasera donde ponen los
magueyes a cocer -en un hoyo como la barbacoa, cocidos únicamente al vapor para que no se quemen, lo
importante es hacer una cama con deshechos entre la madera que se
quemará y los magueyes para evitar que se achicharren todos- y me dieron a
probar ese maguey tierno recién cocido, de sabor dulce y textura carnosa,
sorprendentemente cercano al acitrón (que bien visto, tampoco es sorprendente
si uno recuerda que el acitrón se hace
de la biznaga).
Regresamos
a la casa y me dijeron que el pozo de piedra en el que estaban amontonados los
corazones de maguey recién cocidos era el lugar donde se muelen antes de
fermentarlos -la molienda se hace con
una enorme piedra tirada por una yegua que va triturando los magueyes con cada
vuelta-. Las primeras dos vueltas son las más difíciles y hay que ayudarle a la
yegua, después ya agarra su paso y se sigue sola, nomás hay que ir jalando el maguey para molerlo de a pocos.
Junto al
pozo de piedra estaban los barriles con una mezcla en pleno estado de
fermentación –en época de calor en un
día se fermenta todo-. Una vez que la yegua ha terminado con su trabajo se
toman los magueyes y se ponen en un barril, al barril se le agregan doscientos
litros de agua caliente para empezar el proceso de fermentación y se deja
reposar. Al otro día se le agregan otros
tantos litros de agua fría y luego ya en un día más esta listo el mezcal para
destilarse.
Las enormes
ollas para destilar, el horno de leña, el serpentín y la pila de agua estaban
ahí mismo, participando como todos los demás implementos en la fábrica en la
alquimia del mezcal. La culminación de todo el proceso -cuidar los magueyes en
el campo por años hasta que están listos para ser cocidos, molidos, fermentados
y destilados- caía remolonamente y era recogido gota a gota por un bidón de plástico.
Le pusimos Mal de amor y otras historias por
eso, porque te saca y te arregla el mal de amor. El nombre nació en una fiesta acá
en el pueblo, estábamos en la casa y empezamos a tomar mezcal. Entonces cada
quien empezó a contar una historia, que si el engañado o a la que le rompieron
el corazón, un amigo nos contó de todos los problemas que tenía con su papá y
que se suelta a llorar. Y así, cada quien fue contando su historia y se nos ocurrió que cada copita de mezcal te
saca el mal de amor, y otras historias.
II
Esos dos collares son los únicos collares de mi
hermano que tenemos en la tienda. La
cerámica no es de alta temperatura, pero apenas. El horno se queda como a 20 ó 30
grados de los hornos de alta temperatura.
Si, Vicente es mi papá, él hizo esos platos. Mi
papá era alfarero de los que hacía mil platos al día, y los vendía a diez
centavos la pieza. Pero luego llegó mi hermano que es artista plástico, y le
dijo a mi papá que había que hacer cosas diferentes. Ahora mi papá hace trabajo
de otro tipo, como los platos que ustedes vieron o aquellos floreros. Este año
ha ganado tres primeros lugares nacionales en concursos de cerámica.
Le diré a mi hermano que les encantaron sus
collares. Hay piezas de mi papá y mi hermano en el museo del palacio de
gobierno. Si hay algo que les interesa
escriban un email y tal vez cuando mi hermano vaya al DF se los puede llevar.
III
Las gallinas bailando las hizo mi padre. Son de
diseño suyo original, nadie más las hace. Hay piezas de mi padre y mías en el
museo de San Bartolo Coyotepec. Esta del lado derecho de la carretera si van de
regreso a la ciudad. Ahí pueden verlas. También hay en algunos museos de la
Ciudad de México y en colecciones particulares.
Ganamos una beca para ir a Boston a mostrar cómo
se hacen los alebrijes a unos niños y en unas librerías. Ya hemos ido varias
veces. No tengo tarjeta, pero nuestros datos están en www.dancingchickens.com.
No, es lo menos. Es una pieza única, nunca voy
a volver a hacer una igual. Los cinco coyotes están tallados de una pieza de
madera. El negro representa la noche y el azul el día, el café el fuego, el
verde la tierra y el morado el espíritu. Esta pieza me tomó como una semana en
tallar la madera y luego tres días en pintarla. Es una pieza muy especial, y el que se la
lleve se va a llevar algo que nadie más tiene.